Diamantes pero no para la eternidad.


                   Recuerdo que estando en Marruecos, no en Larache si no en otra ciudad que omito, una persona conocida llegó con un anillo de pedida,lo enseño a los allí presentes y sin ser una entendida en joyas aquello me pareció una baratija montada en oro, el oro en Marruecos siempre fue un producto asequible, pero la gente no era de piedras, ni menos de brillantes, la moda vino de fuera, de Francia que por aquel entonces estaba en plena furia de diamantes, llegaron al país en la época de Giscard, porque lo franceses tenían sus costumbres, y el diamante era algo impostado.

Aquí en España nunca llegaron a cuajar, intentaron meterlos en los 90 con una economía por la nubes, en Sevilla abrieron una nave donde se tallaban.Enseñaron a gente joven, pero un buen tallador de diamantes, nace, suele ser una profesión heredada de padres a hijos.Aquello no cuajó, duró lo que la expo.

Al amor se le pone precio, en Sevilla es tradición  una pulsera de pedida, pero a mi todo esto me parece de una gran cursilería, máxime cuando hoy los matrimonios duran lo que un pirulí en la puerta del colegio. Hay que tener un detalle, pero de ahí a la parafernalia que se ha montado en torno a las pedidas va un trecho.

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