Cuando se aceptan diferencias por amor y luego llegan las consecuencias.


                      Hace poco leí un librito de un sociólogo americano, explicando algo que para mi a estas alturas es obvio. Los matrimonios entre distintas religiones suelen ser un fracaso, cuando la religión es de otro país, se suele poner el calificativo de racista, y con esto está dicho todo. El comentario es simplista y quienes lo hacen carecen de información.

Hay religiones que son supremacistas e impositivas. El hombre o la mujer que aceptan la conversión por amor, suelen terminar en el 90% de los casos siendo infelices; terminan comulgando con filosofías, conceptos y normas en las que no creen pero las aceptan, si hay hijos el asunto se complica. Me viene a la mente la autora del celebérrimo libro, No sin mi hija y el calvario que tuvo que sufrir; ella tuvo suerte y coraje, o tuvo coraje y la suerte la acompañó.

Las imposiciones por cuestiones religiosas no son buenas. Hace poco leí en un periódico francés, la historia de una mujer que se casó con un Testigo de Jehova por amor, previa conversión, bonitos son para contraer matrimonio con alguien ajeno al grupo religioso, y todo iba bien hasta que cinco años más tarde su hija enfermó de leucemia y el padre se negó a la transfusión, la madre reaccionó y tuvo que apelar al juez. Esto es el resultado de amores impulsivos. 

El tema de la sangre, tomarla de alguna manera, es cierto que se remonta a un pasaje bíblico, pero la biblia no tiene mucho sentido en la sociedad actual, fue un libro que tuvo su razón de ser en aquellos tiempos algo barbaros  y posteriores, pero no en la actualidad, en la biblia hay alguna que otra barbaridad que hoy no se aceptaría. No se que de cierto puede haber en el tema de no tomar sangre, hay alguna que otra teoría, cosas largas de explicar y controvertidas. Los judíos lavan la carne siete veces para limpiar rastros de sangre, yo por ejemplo no gusto de alimentos que la contengan, pero no impido a los próximos que la tomen. Para mi la libertad individual es sagrada.

Y por todo esto, el sociólogo comentaba algo similar a lo que expongo. Siempre es mejor que haya unos objetivos comunes y una forma de pensar similar, pero no solo en cuestiones religiosas si no también políticas.


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