Cesar Alierta, el último filántropo.


                     Hay veces que a los que nos gusta escribir opinamos de terceras personas por su trayectoria en los medios, a veces son banalidades que dan para mucho, donde alguien nos muestra su piso comprado en la mejor zona de Madrid, y otras puede ser otro asunto.

Hoy leyendo la prensa, me entero de la muerte de Cesar Alierta. Un hombre afortunado en el amplio sentido de la palabra. Se puede ser afortunado en un aspecto de la vida, pero raras veces en todos, y este parece ser el caso de Alierta, que mantuvo una discreta amistad con Isabel Sartorius, después del fallecimiento de su esposa.

Alierta conoció el amor en el amplio sentido de la palabra. Según cuentan sus íntimos, no fue una relación al uso de la mayoría de las parejas, que pasados unos años, llega el cansancio aunque sigan juntos. Alierta no tuvo hijos, pero su mujer lo fue todo para él. Su fallecimiento en cierto modo fue el principio del fin.

Para Alierta su mujer era disruptiva, una palabra que no conocía, hay que mirar en el diccionario, tiene varios significados. Pero la clave no está en que fuera disruptiva, sino que fue su alma gemela, algo difícil en el mundo de la relaciones de pareja.

Fue un hombre generosos, que ayudó a conocidos y desconocidos. Su patrimonio se lo permitía. Por desgracia he conocido gente de dinero a la que la codicia le puede, convirtiendo el dinero en el centro de sus vidas. Vivir para acumular dinero me parece de lo más triste. 

Alierta dejó un buen sabor de boca en todos los que le conocieron.

D.E.P

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